
Gran parte de culpa, aunque no toda, la tienen las modas, esos absurdos patrones que aparentemente van cambiando, aunque, en realidad, se repiten cíclicamente, como otras muchas cosas que forman parte de la historia. Y, aunque la moda afecta a ambos sexos, la que suele llevar la peor parte es la mujer, generalmente más preocupada por su imagen personal. Recuerden aquella moda de la palidez mortecina de nuestras tatarabuelas ---ojalá no se repita---, conseguida a base de ingerir grandes cantidades de vinagre, sin saber que la consecuencia de tan inocente costumbre era la anemia, fatídica enfermedad que en muchos casos las arrastraba a la tumba, sino a todas las bellas sí a las más fieles de aquella absurda tendencia. Tan absurda como «la cintura de avispa» de los años cuarenta y cincuenta, cuando muchas mujeres inmolaban sus últimas costillas en la mesa de un quirófano, al igual que un sacrificio ritual, en aras de una moda absorbente y endiosada. Y tantos otros ejemplos absurdos a lo largo y ancho de la historia, una historia en la que la moda siempre ejerce el papel de una gran tirana que esclaviza a quienes tratan de seguirla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario